domingo, 30 de agosto de 2009

gesta

entre las muchas lecciones que rivera nos deja, hay una que me esmero especialmente por aprender: la de que nada se consigue sin esfuerzo.

el espejismo del confort urbano y tecnologico nos conduce, muchas veces, a un peligroso letargo. a una paralisis asfixiante. que todo parezca tan simple, tan rapido, tan disponible, suele anular la natural propension humana (la mia, al menos) al movimiento y a la accion. la sensacion (falsa, o sea, ilusoria) de que se acorta hasta volverse imperceptible la brecha entre necesidades y respuestas termina por confundirnos respecto de cuales son nuestros genuinos deseos y que estamos dispuestos a resignar (en el sentido amplio y positivo del termino) para alcanzarlos.

en rivera, se respira un aire de epopeya heroica que iniciaron los colonos fundacionales, cuando pisaron este suelo seco y arido que el baron hirsch habia comprado creyendo que se trataba de tierras tan fertiles como las de la pampa humeda. no lo eran, pero esos primeros pobladores hicieron del obstaculo una virtud. y suplieron con sacrificio y voluntad lo que la naturaleza y el destino les habian negado.

la construccion de la identidad riverense tiene en aquel espiritu laborioso a su piedra basal. el pueblo prospero y subsiste porque sus vecinos llevan en su adn esa conviccion de no lamentarse por carecer de lo que otros tienen. se arreglan con lo que hay. en el principio habia nada.

el esfuerzo, prometen, gesta futuro. su pasado llena de sentido al eslogan.

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